Este
monstruo sobrenatural, no era mas que según la beatas de entonces, la
encarnación del demonio, porque era un perro con cuernos y de sus ojos
nacían ascuas que encandilaban en las tinieblas, y que dios había
consentido que salieran del infierno, para ver asustados un tanto a
frailes y “curuchupas”, que eran el azote de la incipiente sociedad
cuencana; y que eran los transeúntes de las noches, en sus andanzas
amorosas.
Este
enorme animal, arrastraba una pesada cadena por los barrios por los que
andaba y producía un gran estruendo que hacia temblar de los nervios a
quienes lo escuchaban, de tiempo en tiempo emitía un sonido similar a la
de un aullido, eran tan funestos que a veces coincidían con los
graznidos de un búho.
Estos
sonidos eran de mal augurio, sobre todo para los campesinos o
indígenas, pues seguro quien los percibía estaba para morir muy pronto,
por lo que un jocoso e ilustre bardo decía:
El búho grazno,
el perro aúlla,
el indio muere;
parece chanza
pero sucede…
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